Capítulo ocho. Por lo que todos temían.
A
pesar de haber marchado tantos años... demasiados para recordar, diría
yo, me dejaron a cargo de una escuadra de centinelas. Las órdenes eran
claras, teníamos que ir al otro lado del continente y emboscar a
cualquier grupo de seres, a los que ya denominaban Orcos, que estuvieran
talando el bosque. Nunca me había gustado la idea de darle muerte a
nadie, pero ellos le estaban provocando un daño terrible a la
naturaleza, con su deforestación.
A pesar de que las mujeres a mi
cargo discreparon con la elección de sus superiores sobre que yo
estuviera al mando, pronto se habituaron a mí. Hacía tiempo que no
dirigía, pero en menos de un par de horas ya parecía haber recuperado
mi carácter, cosa que hasta a mi me pareció increíble.
Mientras
marchamos durante varios días, trataba de conocer mejor a las chicas,
aunque aún muchas de ellas se resignaban a hablar al principio. Poco a
poco, las charlas comenzaron a ser más amenas, dentro de lo que la
seriedad de la misión permitía, hasta tal punto que llegamos a hablar
con total soltura. Las últimas horas fueron las mejores, pero todo lo
bueno tiene su fin y cuando llegamos a la zona a peinar y preparar para
la emboscada, hice que las órdenes fueran claras.
-E'va, Niv,
quiero un perímetro ya mismo. Las demás, peinad el este y atentas a
cualquier ruido. En cuatro horas nos vemos de vuelta aquí. ¿Alguna
pregunta?-
-¿A cuántos nos enfrentamos, señora?- Preguntó una de ellas.
-No tengo ni la menor idea.- Respondí con total sinceridad, pues era la verdad
-Pero... ¿Y cómo vamos...?-
-Soldado, ¿qué somos?- Le interrumpí.
-Centinelas, señora.-
-Pues por el bosque, por Cenarius y por Elune, peinad un kilómetro a la redonda y hagamos pagar a esos cerdos.-
Las
horas pasaron, mientras yo continuaba buscando inútilmente cualquier
rastro en el bosque. Parece que aún no habían pasado por el lugar, pero
estaban cerca, o esa era la sensación que tenía. Transcurrido el tiempo ,
volví al punto de encuentro, esperando que las demás hubieran cumplido.
Me apoyé en un árbol y esperé su llegada.
-Señora, perímetro de quinientos metros asegurado.- Dijeron las dos que había encargado a explorar los alrededores.
-Bien,
montad guardia cerca, y estad pendientes del camino.- Respondí
asintiendo y dándole una palmada en el hombro a una de ellas.
Varias
horas más pasaron antes de que el otro grupo volviese y llegué a
preocuparme muy seriamente, pero gracias a Elune volvieron corriendo,
completamente asfixiadas y bastante alteradas.
-¡Señora, vienen
del este, por el camino! Viene un grueso armado con hachas y algunas
mazas, unos quince de ellos. Hemos tenido que dar un rodeo porque casi
nos descubren, perdona la demora.-
Por un momento mis ojos se
abrieron como platos. Contándome a mí, éramos siete, y ellos nos
doblaban el número. Rápidamente hice cuentas, y comencé a pensar en
alternativas, y a trazar la emboscada. No teníamos casi tiempo y
necesitábamos ser eficientes.
-No pretenderá atacar, ¿verdad?- Preguntó una de ellas alterada.
-No tenemos opción. Hay que frenarlos como sea.- Contesté seriamente.
-Bien,
¡reagrupaos!- Grité entonces, ya dispuesta a dar las órdenes. -Vosotras
dos, subid a esos árboles y esconderos. Cuando dé la orden, abrís
fuego sobre el grupo, tanto como vuestros brazos os permitan. Y
vosotras, -Dije a otro par, el mismo que había hecho el perímetro.-
quiero que cortéis ese árbol, y derribadlo en medio del camino.
-Pero, el árbol...-
-¡Sólo pedidle permiso a la naturaleza y punto! Las que quedan, preparad a los sables, atacaran junto a mi.-
Con
las órdenes dadas, todo se desarrolló como predije, pero eso no era
suficiente, necesitábamos ganar aquella escaramuza. A los pocos minutos
de prepararlo todo y de estar a cubierto, aquel grupo llegó al lugar. A
pesar de ver un árbol en medio del camino, pensaban que era una
ventaja y comenzaron a cortarlo, despreocupados, tras comprobar que no
estaba podrido.
-¡AHORA!- Grité desde el árbol, disparando un par de flechas y bajando del mismo, con la guja en la mano.
La
sangre salpicó el camino, los árboles, el césped... mi propia cara. Fue
uno de los peores combates a los que había asistido hasta el momento,
pero por desgracia, era necesario. Cuando todo terminó, sólo quedábamos
tres de nosotras en pie, heridas con profundos cortes, y sobre un mar de
sangre y cuerpos. A pesar de todo, ninguna discutió mis decisiones y
tomamos los cadáveres de las nuestras, los llevamos al interior del
bosque y los apoyamos sobre los troncos de los árboles, deseándoles paz
allá donde estuvieran. Subimos a los sables que no habían caído en
combate y sin mediar palabras, fuimos a informar. Todas habíamos
presenciado una masacre y visto morir a las suyas. A sus compañeras de
escuadra, durante tal vez, mucho tiempo. Ser centinela significa estar
dispuesta a dar la vida por el bosque y ellas lo habían hecho sin
dudarlo.
Este había sido el primer día de muchos que pasaríamos
en las fronteras de Vallefresno y había sido deplorable. Al llegar al
campamento, nos percatamos de que a los demás grupos tampoco les había
ido bien, pero resistimos día a día, esperando refuerzos. Cuando todo
esto acabó, perdí a todo el que fue mi pelotón inicial y aún me siento
culpable de sus muertes. Aguantar esos años allí tal vez fue demasiado
duro para mí.
Me sorprendí mucho cuando nos llegaron órdenes de
parar de emboscar Orcos, alegando que habíamos firmado una tregua. ¿Por
qué dejábamos respirar al enemigo del bosque cuando estaba en su peor
momento? Por desgracia, se me concedió la respuesta, cuando semanas más
tarde terribles noticias llegaron a mis oídos. Cenarius había muerto en
la lucha contra esos seres, pero por increíble que pareciera, eso no era
lo peor de todo. Ellos había vuelto, la Legión Ardiente. Una fuerte
presión recorrió todo mi pecho y estuve a punto de llorar, cuando una
carta a nombre de mi hermano llegó junto al mensajero que había traído
aquel horrible comunicado. Thilenarion y Jaran habían partido al frente,
para combatir a los demonios.
Se me vino el mundo encima y caí
de rodillas. ¿La historia se repetía? Desde luego no iba a permitirlo.
Mi destino ahora era Frondavil, donde estaba el grueso de La Legión,
tratando de penetrar; el combate llevaba ya semanas desarrollándose,
pero eso no me iba a detener. Por Elune, que iba a acabar con todos
ellos.
Capítulo nueve. Sangre y lágrimas.
Me
llevó días cruzar el bosque y lo hice sola. Había abandonado mi puesto
pero, ¿quién no lo haría? Toda preocupación era poca, y sentía que mi
corazón estaba a punto de explotar cada vez que pensaba en Thil y Jaran.
¿Por qué irían? Tal vez venganza u orgullo... o el mismo sentimiento de
protección que yo tengo por el bosque. Cuando llegué al primer
campamento me informaron de que habían más desconocidos ayudando, cosa a
la que le di poca importancia. Cualquier ayuda era bien recibida, pero
en ese momento, no era de mi interés. Los días siguientes, más y más
noticias llegaron a mis oídos y todo parecía una locura. La Suma
Sacerdotisa Susurravientos había liberado a Illidan, despertado a
Malfurión y a todos los druidas del eterno letargo. Cuando no veíamos
esperanzas de ganar esto ni con ayuda de los recién llegados, el
considerado héroe Malfurion vuelve para expulsar a los demonios. O eso,
por lo menos era lo que todos esperaban. Yo confiaba en él pero era
realista, es un hombre que llora, sufre y sangra como nosotros.
Necesitábamos ser más letales que aquel ejército maldito.
A pesar
de buscar por el campamento información sobre el paradero de mi hermano
y marido, no conseguí nada de nada y me vi obligada a acudir a las
filas. Hoy entraba en combate, junto a un gran frente, que trataría de
frenar a los demonios. Sentía ansias de defender a los míos, pero las de
venganza por toda mi familia superaba y con creces a cualquier otra.
Recuerdo
combatir con todas mis ganas en la primera línea y con tanta crudeza
que mi guja se partió por dos de tres filos, hasta tal punto de tener
que abandonarla y combatir con un mísero cuchillo. El frente era
aterrador y habían demonios que nos sacaban varios metros de altura.
Otros en cambio eran más anchos y cada cual más horrible. Cuando
llevábamos varias horas combatiendo, en un ágil movimiento traté de
tirarme sobre la espalda de un demonio de considerable tamaño, pero éste
se había percatado de mis intenciones y yo no fui lo suficientemente rápida.
Un coletazo me impactó en el vientre y salí despedida contra los árboles
del bosque, rompiendo ramas con cada hueso de mi cuerpo, que en cada
choque, pensaban en hacerse astillas.
Por desgracia no recuerdo
nada más hasta que desperté, con un inmenso dolor, tumbada en el suelo.
Había sangre por todos lados, al igual que cadáveres, pero la batalla
parecía haber terminado. Había sido una masacre, para ambos bandos, pero
nos habían superado y por mucho. Traté de incorporarme pero cuando lo
hice, vi a una figura frente a mí. Llevaba una venda a los ojos y estaba
examinándome. Me era demasiado familiar pero no caía en la cuenta de
quién se trataba.
-¿Cómo se encuentra, Capitana Alaplata?-
Comentó recién yo me incorporé. Nada más oír su voz recordé de quien se
trataba, era aquel individuo y su grupo, al que le habíamos perdonado la
vida en aquel mismo bosque.
-¿Comprende ahora para qué nos preparábamos?-
-¿Qué ha pasado?- Pregunté yo, agarrando mi cabeza.
-Lo evidente. Os han superado y ahora avanzan hacia Nordrassil.-
-Debo de ponerme en marcha.- Dije tratando de levantarme, aunque mi cuerpo casi me lo impedía, por los golpes.
-Alaplata, ¿deseas tener la fuerza necesaria para proteger? -
-¿La fuerza necesaria?- Pregunté extrañada.
-Sí, la necesaria para poder acabar con esos demonios de una vez por todas.-
-Ya la tengo, sólo necesito volver al monte.-
-No,
no la tienes, eres débil. No habéis matado casi demonios y nosotros
hemos acabado con casi la misma cantidad que vuestro batallón. Y sin bajas.-
-¡No necesito más poder! ¡Sólo quiero defenderlos!-
-Si
mueren, no habrá nada que defender. Si aceptas, podrás tratar de
defenderlo. Nada es seguro, pero aumentas las posibilidades, Alaplata.-
Cerré
el puño con fuerza, mientras golpeaba el suelo. Sabía que no era una
buena idea, pero por desgracia, era la única opción que tenía. Tras
pensarlo muy seriamente, entendí que en mi condición no era posible
hacer nada de nada, pues no avanzaría ni diez metros.
-Está bien...- Accedí finalmente, a regañadientes.
-No hay vuelta atrás y serás expuesta a un dolor terrible. ¿Sigues queriendo hacerlo?-
-¡Es la única manera que tengo! ¿Verdad? ¡Pues hagámoslo!- Le terminé gritando, con tal de que no se demoraran más.
Varios
hombres me agarraron de los brazos y me ayudaron a caminar a duras
penas, mientras marchábamos por un sendero improvisado, evitando
cadáveres con los que tropezarnos. El lugar me era conocido y de hecho,
reconocí la cueva que daba a aquel claro, nada más verla. Entramos al
lugar y me llevaron a una de las cabañas. Me trataron las heridas y
también me avisaron de que iban a traer a un demonio, pero que no había
peligro. ¿Un demonio? ¿me tomaban el pelo? A pesar de mi
desconocimiento sobre ellos y mis ganas de matarlo, no tenía otra
opción. El individuo, que más tarde se me presentó como ''Brinn'', me lo
resumió en un ejemplo, que no tardé en entender y comprendí qué iba a
ocurrir.
''Para matar a un monstruo, tienes que convertirte en un monstruo. El fuego, se combate con el fuego''.
-''Es mi Blog y me lo follo cuando quiero''.- Lo que quiere decir que publico lo que quiera y cuando quiera. Me gusta escribir, no siempre, pero cuando lo hago le pongo empeño. No abarco algo en concreto, por lo que para gustos, colores.
Entradas populares
-
Nunca he sido de Blogs, no lo voy a negar. Pero me he preguntado a mí mismo... ¿por qué no? Total, voy a publicar lo que yo quiero. Pero no...
-
Capítulo cuatro. El gran comienzo. Tal vez fueron demasiados los años que ejercí de centinela. Recuerdo que en mis primeros días, un...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Francamente, ésta es la parte que más detesto de todo el relato. Pero no quita que a su vez mole.
ResponderEliminar