Entradas populares

martes, 10 de febrero de 2015

Ylheria Alaplata. Capítulo 8 y 9.

Capítulo ocho. Por lo que todos temían.
 

A pesar de haber marchado tantos años... demasiados para recordar, diría yo, me dejaron a cargo de una escuadra de centinelas. Las órdenes eran claras, teníamos que ir al otro lado del continente y emboscar a cualquier grupo de seres, a los que ya denominaban Orcos, que estuvieran talando el bosque. Nunca me había gustado la idea de darle muerte a nadie, pero ellos le estaban provocando un daño terrible a la naturaleza, con su deforestación.

A pesar de que las mujeres a mi cargo discreparon con la elección de sus superiores sobre que yo estuviera al mando, pronto se habituaron a mí. Hacía tiempo que no dirigía, pero en menos de un par de horas  ya parecía haber recuperado mi carácter, cosa que hasta a mi me pareció increíble.

Mientras marchamos durante varios días, trataba de conocer mejor a las chicas, aunque aún muchas de ellas se resignaban a hablar al principio. Poco a poco, las charlas comenzaron a ser más amenas, dentro de lo que la seriedad de la misión permitía, hasta tal punto que llegamos a hablar con total soltura. Las últimas horas fueron las mejores, pero todo lo bueno tiene su fin y cuando llegamos a la zona a peinar y preparar para la emboscada, hice que las órdenes fueran claras.

-E'va, Niv, quiero un perímetro ya mismo. Las demás, peinad el este y atentas a cualquier ruido. En cuatro horas nos vemos de vuelta aquí. ¿Alguna pregunta?-

-¿A cuántos nos enfrentamos, señora?- Preguntó una de ellas.

-No tengo ni la menor idea.- Respondí con total sinceridad, pues era la verdad

-Pero... ¿Y cómo vamos...?-

-Soldado, ¿qué somos?- Le interrumpí.

-Centinelas, señora.-

-Pues por el bosque, por Cenarius y por Elune, peinad un kilómetro a la redonda y hagamos pagar a esos cerdos.-

Las horas pasaron, mientras yo continuaba buscando inútilmente cualquier rastro en el bosque. Parece que aún no habían pasado por el lugar, pero estaban cerca, o esa era la sensación que tenía. Transcurrido el tiempo , volví al punto de encuentro, esperando que las demás hubieran cumplido. Me apoyé en un árbol y esperé su llegada.

-Señora, perímetro de quinientos metros asegurado.- Dijeron las dos que había encargado a explorar los alrededores.

-Bien, montad guardia cerca, y estad pendientes del camino.- Respondí asintiendo y dándole una palmada en el hombro a una de ellas.

Varias horas más pasaron antes de que el otro grupo volviese y llegué a preocuparme muy seriamente, pero gracias a Elune volvieron corriendo, completamente asfixiadas  y bastante alteradas.

-¡Señora, vienen del este, por el camino! Viene un grueso armado con hachas y algunas mazas, unos quince de ellos. Hemos tenido que dar un rodeo porque casi nos descubren, perdona la demora.-

Por un momento mis ojos se abrieron como platos. Contándome a mí, éramos siete, y ellos nos doblaban el número. Rápidamente hice cuentas, y comencé a pensar en alternativas, y a trazar la emboscada. No teníamos casi tiempo y necesitábamos ser eficientes.

-No pretenderá atacar, ¿verdad?- Preguntó una de ellas alterada.

-No tenemos opción. Hay que frenarlos como sea.- Contesté seriamente.

-Bien, ¡reagrupaos!- Grité entonces, ya dispuesta a dar las órdenes. -Vosotras dos, subid a esos  árboles y esconderos. Cuando dé la orden, abrís fuego sobre el grupo, tanto como vuestros brazos os permitan.  Y vosotras,  -Dije a otro par, el mismo que había hecho el perímetro.- quiero que cortéis ese árbol, y derribadlo en medio del camino.

-Pero, el árbol...-

-¡Sólo pedidle permiso a la naturaleza y punto! Las que quedan, preparad a los sables, atacaran junto a mi.-

Con las órdenes dadas, todo se desarrolló como predije, pero eso no era suficiente, necesitábamos ganar aquella escaramuza.  A los pocos minutos de prepararlo todo y de estar a cubierto, aquel grupo llegó al lugar. A pesar de ver un árbol en medio del camino, pensaban que era una ventaja y comenzaron a cortarlo, despreocupados, tras comprobar que no estaba podrido.

-¡AHORA!- Grité desde el árbol, disparando un par de flechas y bajando del mismo, con la guja en la mano.

La sangre salpicó el camino, los árboles, el césped... mi propia cara. Fue uno de los peores combates a los que había asistido hasta el momento, pero por desgracia, era necesario. Cuando todo terminó, sólo quedábamos tres de nosotras en pie, heridas con profundos cortes, y sobre un mar de sangre y cuerpos. A pesar de todo, ninguna discutió mis decisiones  y tomamos los cadáveres de las nuestras, los llevamos al interior del bosque y los apoyamos sobre los troncos de los árboles, deseándoles paz allá donde estuvieran. Subimos a los sables que no habían caído en combate y sin mediar palabras, fuimos a informar. Todas habíamos presenciado una masacre y visto morir a las suyas. A sus compañeras de escuadra, durante tal vez, mucho tiempo.  Ser centinela significa estar dispuesta a dar la vida por el bosque  y ellas lo habían hecho sin dudarlo.

Este había sido el primer día de muchos que pasaríamos en las fronteras de Vallefresno y había sido deplorable. Al llegar al campamento, nos percatamos de que a los demás grupos tampoco les había ido bien, pero resistimos día a día, esperando refuerzos. Cuando todo esto acabó, perdí a todo el que fue mi pelotón inicial y aún me siento culpable de sus muertes. Aguantar esos años allí tal vez fue demasiado duro para mí.

Me sorprendí mucho cuando nos llegaron órdenes de parar de emboscar Orcos, alegando que habíamos firmado una tregua. ¿Por qué dejábamos respirar al enemigo del bosque cuando estaba en su peor momento? Por desgracia, se me concedió la respuesta, cuando semanas más tarde terribles noticias llegaron a mis oídos. Cenarius había muerto en la lucha contra esos seres, pero por increíble que pareciera, eso no era lo peor de todo. Ellos había vuelto, la Legión Ardiente.  Una fuerte presión recorrió todo mi pecho y estuve a punto de llorar, cuando una carta a nombre de mi hermano llegó junto al mensajero que había traído aquel horrible comunicado. Thilenarion y Jaran habían partido al frente, para combatir a los demonios.

Se me vino el mundo encima y caí de rodillas. ¿La historia se repetía? Desde luego no iba a permitirlo. Mi destino ahora era Frondavil, donde estaba el grueso de La Legión, tratando de penetrar; el combate llevaba ya semanas desarrollándose, pero eso no me iba a detener. Por Elune, que iba a acabar con todos ellos.



Capítulo nueve. Sangre y lágrimas.


Me llevó días cruzar el bosque y lo hice sola. Había abandonado mi puesto pero, ¿quién no lo haría? Toda preocupación era poca, y sentía que mi corazón estaba a punto de explotar cada vez que pensaba en Thil y Jaran. ¿Por qué irían? Tal vez venganza u orgullo... o el mismo sentimiento de protección que yo tengo por el bosque. Cuando llegué al primer campamento me informaron de que habían más desconocidos ayudando, cosa a la que le di poca importancia. Cualquier ayuda era bien recibida, pero en ese momento, no era de mi interés. Los días siguientes, más y más noticias llegaron a mis oídos y todo parecía una locura. La Suma Sacerdotisa Susurravientos había liberado a Illidan,  despertado a Malfurión y a todos los druidas del eterno letargo. Cuando no veíamos esperanzas de ganar esto ni con ayuda de los recién llegados, el considerado héroe Malfurion vuelve para expulsar a los demonios. O eso, por lo menos era lo que todos esperaban. Yo confiaba en él pero era realista, es un hombre que llora, sufre  y sangra como nosotros. Necesitábamos ser más letales que aquel ejército maldito.

A pesar de buscar por el campamento información sobre el paradero de mi hermano y marido, no conseguí nada de nada y me vi obligada a acudir a las filas. Hoy entraba en combate, junto a un gran frente, que trataría de frenar a los demonios. Sentía ansias de defender a los míos, pero las de venganza por toda mi familia superaba y con creces a cualquier otra.

Recuerdo combatir con todas mis ganas en la primera línea y con tanta crudeza que mi guja se partió por dos de tres filos, hasta tal punto de tener que abandonarla y combatir con un mísero cuchillo. El frente era aterrador y habían demonios que nos sacaban varios metros de altura. Otros en cambio eran más anchos y cada cual más horrible. Cuando llevábamos varias horas combatiendo, en un ágil movimiento traté de tirarme sobre la espalda de un demonio de considerable tamaño, pero éste se había percatado de mis intenciones y yo no fui lo suficientemente rápida. Un coletazo me impactó en el vientre y salí despedida contra los árboles del bosque, rompiendo ramas con cada hueso de mi cuerpo, que en cada choque, pensaban en hacerse astillas.

Por desgracia no recuerdo nada más hasta que desperté, con un inmenso dolor, tumbada en el suelo. Había sangre por todos lados, al igual que cadáveres, pero la batalla parecía haber terminado. Había sido una masacre, para ambos bandos, pero nos habían superado y por mucho. Traté de incorporarme pero cuando lo hice, vi a una figura frente a mí. Llevaba una venda a los ojos y estaba examinándome. Me era demasiado familiar pero no caía en la cuenta de quién se trataba.

-¿Cómo se encuentra, Capitana Alaplata?- Comentó recién yo me incorporé. Nada más oír su voz recordé de quien se trataba, era aquel individuo y su grupo, al que le habíamos perdonado la vida en aquel mismo bosque.

-¿Comprende ahora para qué nos preparábamos?-

-¿Qué ha pasado?- Pregunté yo, agarrando mi cabeza.

-Lo evidente. Os han superado y ahora avanzan hacia Nordrassil.-

-Debo de ponerme en marcha.- Dije tratando de levantarme, aunque mi cuerpo casi me lo impedía, por los golpes.

-Alaplata, ¿deseas tener la fuerza necesaria para proteger? -

-¿La fuerza necesaria?- Pregunté extrañada.

-Sí, la necesaria para poder acabar con esos demonios de una vez por todas.-

-Ya la tengo, sólo necesito volver al monte.-

-No, no la tienes, eres débil. No habéis matado casi demonios y nosotros hemos acabado con casi la misma cantidad que vuestro batallón. Y sin bajas.-

-¡No necesito más poder! ¡Sólo quiero defenderlos!-

-Si mueren, no habrá nada que defender. Si aceptas, podrás tratar de defenderlo. Nada es seguro, pero aumentas las posibilidades, Alaplata.-

Cerré el puño con fuerza, mientras golpeaba el suelo. Sabía que no era una buena idea, pero por desgracia, era la única opción que tenía. Tras pensarlo muy seriamente, entendí que en mi condición no era posible hacer nada de nada, pues no avanzaría ni diez metros.

-Está bien...- Accedí finalmente, a regañadientes.

-No hay vuelta atrás y serás expuesta a un dolor terrible. ¿Sigues queriendo hacerlo?-

-¡Es la única manera que tengo! ¿Verdad? ¡Pues hagámoslo!- Le terminé gritando, con tal de que no se demoraran más.

Varios hombres me agarraron de los brazos y me ayudaron a caminar a duras penas, mientras marchábamos por un sendero improvisado, evitando cadáveres con los que tropezarnos. El lugar me era conocido y de hecho, reconocí la cueva que daba a aquel claro, nada más verla. Entramos al lugar y me llevaron a una de las cabañas. Me trataron las heridas y también me avisaron de que iban a  traer a un demonio, pero que no había peligro. ¿Un demonio? ¿me tomaban el pelo? A pesar de mi desconocimiento sobre ellos y mis ganas de matarlo, no tenía otra opción. El individuo, que más tarde se me presentó como ''Brinn'', me lo resumió en un ejemplo, que no tardé en entender y comprendí qué iba a ocurrir.

''Para matar a un monstruo, tienes que convertirte en un monstruo. El fuego, se combate con el fuego''.

1 comentario:

  1. Francamente, ésta es la parte que más detesto de todo el relato. Pero no quita que a su vez mole.

    ResponderEliminar