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lunes, 2 de febrero de 2015

Ylheria Alaplata. Capítulo 6 y 7.

Muchas gracias a aquellas personas que me han comentado los fallos que le ven. Sobre el asunto de las descripciones, no lo voy a negar, es bastante pobre. Por desgracia trabajar con tantos datos e ideas y con un tiempo muy limitado consume mucho tiempo, y yo no tardo precisamente poco es escribir. Tal vez algún día me plantee seriamente redactarla entera de nuevo. Quién sabe.



Capítulo seis. ¿Tranquilidad?

Me instalé en el interior del bosque, en Vallefresno, en una pequeña casa que me permití gracias a mis esfuerzos como centinela. No era gran cosa, pero era lo suficiente para una persona. Disfruté de la paz y la tranquilidad, aunque no por muchos años. 


Un par de siglos más tarde, ya estaba saliendo con Jaran, un chico que conocía desde que era pequeño y al que solía contarle historias cuando la escuadra pasaba la noche en Astranaar. Recuerdo haber bromeado con él, sobre mi edad y la suya, pero aún así no tuvo inconvenientes y fue él quien accedió a comenzar una relación hasta que terminamos contrayendo matrimonio.

De vez en cuando me tomaba el pelo, diciendo que desde que dejé las centinelas, me había vuelto una blanda. Yo le contradecía, pues no creía que fuera así. Sólo había que tener carácter para que la gente que estuviera a tu cargo te respetara. Cuando él venía con claras intenciones de tomarme el pelo, yo siempre se la devolvía con la misma broma, ''tengo más edad que tu madre''.

Tras el rito nupcial, se mudó conmigo y con nuestros esfuerzos combinados, construimos y ampliamos la casa, haciendo de ella un lugar realmente acogedor. Yo expresé mis deseos de querer vivir en paz, por lo que sólo le dimos la localización de nuestra casa a dos personas, a la hermana de Jaran y a mi hermano Thilenarion.

El tiempo en su compañía pasó rápido, tanto que aún tengo más ganas de él... pero los acontecimientos venideros cambiaron todos nuestros planes. Aunque ya lo sabíamos tiempo atrás, cuando di a luz a Isthas nuestra tranquilidad se fue por la puerta. Nunca me consideré una buena madre, por lo que a cada rato viajábamos a ver a Thil y pedirle consejo. Jaran aún era joven y aunque los dos podíamos educar al pequeño perfectamente, nunca venía mal alguna recomendación y más de alguien como mi hermano. Cuando se enteró de la noticia recuerdo quitarle una lágrima de la mejilla.

-Sabía que sentarías la cabeza, pero no de tal manera.-

-¿Y cómo esperabas que la sentara, Thil?- Le pregunté sonriendo, mientras veía como sujetaba a mi pequeño y jugueteaba con sus manitas.

-Yo... bueno sí,  sabía que estaba la posibilidad de que formaras una familia, y ...-

-¿Creías que viviría vieja y amargada, verdad?- Le interrumpí, bromeándole.

-Es que... no sabía nada. No me mandaste ninguna carta cuando quedaste embarazada. Y ahora, años más tarde, me apareces con un recién nacido por la puerta, alegando que es tu hijo.-

Estuvimos mirándonos durante unos segundos, ambos sonrientes.

-Maleanorn, sujeta al pequeño.- Le dijo a su hijo, el cual ya estaba convertido en todo un hombre, y aprendiendo las sendas del druidismo.

- Claro, padre.- Aunque lo cogió, parecía torpe. Era hijo único y no sabía cómo tratar con los niños, aunque minutos más tarde, ya estaba jugueteando con su primo.
Thil caminó hacia mí, y apoyó una mano sobre mi hombro, y otra sobre el de Jaran.

-Estoy orgulloso de ambos.- Dijo firmemente, mirándome primero a mí y luego a mi esposo.

-Oh, no te me pongas sentimental, Thil.- Bromeé, como siempre hacía con él y este tipo de situaciones.

-De ti es de quien más orgulloso estoy, Ylh. No sólo conseguiste hacer lo que realmente te apasionaba, sino que lo hacías bien. No es el mismo orgullo que sentí cuando te graduaste. Este es diferente, porque por fin he visto que tenemos un futuro por delante. Que somos una familia.-

Le abracé cuando terminó de hablar y durante varios segundos estuve pegada a su torso. Hacía tiempo que estaba alejada de Thil, pero mi amor incondicional por él no había cambiado en absoluto.

-Mi casa es vuestra casa, Ylh. Y cualquier problema, no dudes en acudir a nosotros.-

-Lo mismo digo, Thil. -

Nuestra estancia en su casa fue de un par de días, hasta que decidimos que era hora de volver a Vallefresno y comenzar con nuestros planes de futuro.



Capítulo siete. Colapso.


Thilenarion y su familia vinieron un par de veces a casa, buscando una tranquilidad aún mayor. Era increíble pasar las épocas festivas con todos juntos, en la mesa, riendo  y contando anécdotas. Además, me encantaba ver cómo año tras año, Isthas crecía, bajo el amparo y la guía de su primo Maleanorn. Fue tal la amistad que desarrollaron, que cuando Isthas cumplió los dos siglos, casi no pasaba por casa.

Ambos decidieron estudiar y seguir sendas del druidismo y muy probablemente fue influenciado por las historias y cuentos de Maleanorn. Si era lo que les apasionaba, yo no era nadie para negárselo, al igual que hizo hermano conmigo. Lo único que me molestaba era que estuviese semanas y meses fuera de casa, aunque sabía que si los dos iban juntos, nada malo ocurriría.

Podría decir que aquellos fueron los años más felices de mi vida. Aquellos en los que no faltaron las caricias de Jaran, los abrazos de Thil, el cariño de Isthas y el cómo me cuestionaba siempre Maleanorn, cuando yo me aprovechaba  para reirme de él. Pero nada es eterno.

Cierto día me llegó una carta de las centinelas, una misiva muy urgente. Probablemente Thil les hubiera dado mi dirección, asustado de la urgencia de la misma. La abrí y comencé a leerla detenidamente, mientras Jaran de brazos cruzados detrás mío me pedía explicaciones.

-¿Y bien? ¿Qué dice la carta? ¿Lloran por volver a tenerte en las filas?-

Yo me giré hacia él, cabizbaja, porque ya sabía lo que iba a decirle nada más leerla .

-Unos seres están talando el bosque al este. Talando desmesuradamente y acabando con todo.-

-Será broma, ¿no? No creo que hayan llegado hasta aquí después de las medidas que tomó...-

-¿Crees que te bromearía con algo así, Jaran?- Dije llorando, más por la pena que sentía por el propio bosque que otra cosa.

-Eh, eh. Tranquilízate.- Me dijo abrazándome, mientras yo cerraba con fuerza el puño.

-Yo... yo...- Por desgracia no conseguía articular palabra, por la impotencia del momento.-

-Ve allá donde necesites ir, defiende lo que amas. Pero no te olvides que tienes que volver.- Dijo él, adelantándose a mí.
Yo le miré tras unos segundos,  después de secarme las lágrimas y me besó. No recuerdo cuanto tiempo pasó, pero sé que durante el mismo, me tranquilicé.

-Gracias por entenderme, Jaran.- Dije finalmente, tras separarnos.

-No debes de agradecer algo que tengo la obligación de hacer. No puedo impedirte nada, Ylh.-

-Ya, pero...-

-Las palabras ahora mismo sobran. Sólo ve, no tardes y piensa en nosotros.- Dijo interrumpiéndome, con una enorme sonrisa en el rostro.

-Despídete de mi parte de Isthas.-

-Tardará en volver. Así que apresúrate y vuelve antes que él, así no hará falta.-

Con esas últimas palabras, me dirigí a mi cuarto y cogí mi vieja armadura de centinela, junto a mi guja y arco. Esperaba no haber perdido la práctica tras tantos siglos, aunque al recordar algunas anécdotas con la escuadra, recuperé nuevamente los ánimos. No tardé en marcharme y ver sin saberlo, casi por última vez mi hogar. Marché hasta Astranaar, se me fue concedido un sable y partí hacia Nordrassil, donde me dieron las pertinentes instrucciones.

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