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jueves, 22 de enero de 2015

Ylheria Alaplata.

Buenas.

Desde luego no es el mejor relato que he escrito, no es una obra literaria e incluso puede tener alguna que otra falta de ortografía. Pero realmente me la trae floja, si a mi me gustó escribirlo, a alguien también le gustará leerlo.

Como ya comenté, es un relato ambientado en el universo de Warcraft, que escribí para un concurso en cierto servidor de rol. Tenía un plazo para escribirlo, por lo que lo acoté bastante y me apuré en terminarlo. Quien sabe, tal vez algún día lo continúe hasta darle un final apropiado. De momento os dejo el primer capítulo y ya lo iré publicando posteriormente de dos en dos, porque entre el que ando escribiendo y los estudios, no tengo tiempo para mucho más.

Sed Felices.



Ylheria Alaplata


Prólogo. Oculto bajo el polvo.


Hacía muchísimos años que no pasaba por ''casa'', o por lo menos, uno de los sitios a los que pudo llamar hogar. La cabaña estaba bastante vieja, mohosa y recubierta por dentro por una extensa vegetación.  El paso de muchísimos años sobre aquellos viejos troncos, los había humedecido y podrido, aunque el lugar aún olía como el mismísimo corazón del bosque. Un par de pasos resonaron en la poca madera que no estaba cubierta por las enredaderas que por el suelo  se extendían. Resonaban en toda la casa, completamente vacía, tanto de personas, como de recuerdos para los que mereciese la pena hacer memoria. Una gran mesa ocupaba toda la sala principal, con sus respectivas sillas, roídas por los animalejos del bosque. Hubo un tiempo en donde aquellos asientos estaban ocupados, y las charlas eran distendidas. Un lugar donde podía hablar con su gente, de igual a igual. Pero ya hacía demasiado tiempo que no hablaba con nadie... ¿aún sabría hacerlo?

Avanzó pegada a una de las paredes de la casa, rozando con la yema de sus viejos y callosos dedos el par de sillas que se encontró por el camino, así como la pared, y el moho que crecía en los troncos. Lo único que de verdad valoraba de aquel lugar, es que en antaño fue el único sitio donde la gente a la que consideraba su familia, se reunían y contaban sus anécdotas pasadas. Pero ahora, todos están muertos, o han desaparecido. Lo  seguro es que ella estaba ahora en aquel lugar, y respirando ese aire.

Sus pasos la terminaron llevando hasta una estantería,  donde había un viejo libro oculto tras otros muchos, todos humedecidos por el ambiente, y probablemente por algunas gotas de agua, filtradas durante la lluvia. Incluso la estantería parecía estar a punto de quebrarse en cualquier momento. En la tapa del mismo, de cuero, había una gran estrella grabada, desgastada por el paso de los años, ya no por estar allí abandonado, sino por todo el tiempo atrás que la había acompañado. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? Cerca de diez mil años y el libro aún era legible.

Ylheria lo abrió, y pasó la yema de sus dedos por las hojas escritas. Una lágrima se deslizó por su mejilla, tras empapar la venda que llevaba en su rostro. Le hubiera gustado poder leer aquello con sus propios ojos y no tal y como lo hacía ahora, teniendo que reconocer la forma de las letras. Antes de comenzar a leer fue a la primera página, donde se encontró una pequeña anotación, que la sorprendió, pues ni si quiera la recordaba.

''Que Elune guíe mis pasos y me lleve por el buen camino.''.

Ylheria no pudo evitar derramar más lágrimas aún, mientras sus rodillas cedían, y caía completamente arqueada al suelo. Entre sollozo y sollozo, logró pasar las primeras páginas, en blanco, hasta  llegar donde comenzaba el diario. Se reincorporó, se secó las lágrimas pasando su pulgar bajo las mejillas y se retiró la venda de su cara, para que se secara, dejando al aire las cuencas vacías de sus ojos. Aunque normalmente evitaba ese tipo de situaciones, ahora estaba sola y en medio de ninguna parte. Era algo que se podía permitir. Comprobó que la silla al lado suyo no se partiese nada más sentarse y tras ello, se acomodó, posando sus brazos y el libro en la desgastada mesa.

-Algún día tendré que recordar el pasado...- Dijo en un tono tan resquebrajadizo como agudo.

Bajó la vista, y comenzó a leer su viejo y anticuado diario, el cual, sin duda alguna, la haría llorar más de una vez y obligarla a detenerse en la lectura.

''Recuerdo que mi hermano...''



 Capítulo Uno.  Un nuevo lugar donde vivir.

-Aquel fue el dolor más insoportable que había sufrido en toda su vida, pero en ningún momento decidió parar. Ni una lágrima bajó por sus mejillas, ningún sollozo, producto de una débil mueca de su respingona nariz; ni si quiera un quejido que delatara todo el sufrimiento al que estaba siendo expuesta.  Sólo la acompañaba el silencio, y una tenue iluminación, que dentro de poco, ni si quiera podría distinguir.-


Recuerdo que mi hermano me cargaba a su espalda, mientras dejaba a su paso un mar de lágrimas. Nos adentrábamos en el continente, dejando atrás lo que un día fue Zin ' Azshari, pero lo que es aún más importante: nos íbamos de allí, dejando atrás nuestro hogar y nuestras raíces.

-¿Hermano, dónde están papá y mamá?- pregunté aún en mi dulce inocencia, y casi sin saber hablar. No medía ni tres palmos en aquel entonces.

-Ellos... no volverán. Se han ido con Elune,  Ylh.- Contestaba él, soportando una presión enorme, y tratando de darle su mejor sonrisa a aquella niña pequeña.

-¿Y Thyl? ¿Y Mytva?- Preguntaba por sus hermanos mayores, pues tampoco los veía desde hace mucho.

-Ellos están con papá y mamá. Han ido a ver a Elune, y se quedarán con ella por siempre.-

-Yo también quiero ver a Elune, quiero ir con ellos.-

- A ese lugar sólo pueden ir los mayores, así que no tengas prisa.-

-¿Y tú por qué no fuiste con ellos? Ya eres mayor.- Preguntaba inocentemente, malinterpretando sus palabras, como haría cualquier niño.

-Porque alguien tiene que cuidarte, pequeña.- Dijo quitando una de las manos con la que la cargaba a la espalda, y revolviendo su morado pelo.

-¿Y dónde vamos ahora?-

-Ahora... nos dirigimos donde él nos guíe.- Comentó señalando a una figura de las que iba encabezando  la marcha.

-¿Pero por qué él? ¿Quién es?-  pregunté sin entender nada.

-Él... su nombre es Malfurión.-  Él también estaba confundido con  la nueva situación a la que se enfrentaban, pero no tenía dudas, de que si estaban vivos era gracias a él, y a Cenarius.



Así pues, seguimos con pasos firmes a la cabeza del grupo, que parecía llevarnos bastante lejos. Estuvimos días y días caminando. Hace tanto tiempo de ello, que no recuerdo hasta si fueron semanas. Pero al fin, llegamos a lo alto de una montaña desde la que se podía ver todo Azeroth con solo girar sobre uno mismo. Mi hermano me dijo que aquello era el monte Hyjal, y que ahora, sería nuestro hogar por lo menos durante un tiempo.

Cuando llegamos, a pesar de estar extenuados, parecía que no todos estaban contentos. Aquel llamado Malfurion discutía con uno de los nuestro. Incluso recuerdo haberle preguntado a mi hermano que por qué llevaba una venda en los ojos. Todos parecían descontentos, y no entendía por qué. Con los años no tardé en averiguarlo, pero en aquel entonces, hasta me preocupaba por aquel individuo. Sólo oía comentarios angustiados a mi espaldas.

-¡Ha restaurado el pozo!-

-¡Merece lo peor!-

¿Qué pozo? ¿Por qué le desean lo peor? Ni si quiera supe por qué nos ''mudábamos'', y por qué el mundo había sido sacudido, con un inmenso temblor. No sabía por qué Azeroth se había roto en continentes. Y no lo sabría hasta dentro de bastantes años, gracias a que mi hermano, quiso asegurarse mi educación y no liarme con asuntos, como él me explico llegado el momento, ''de mayores''.


AUTOR: Koizora, para ''Tierra de Rol''.

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